miércoles, 24 de septiembre de 2014

Obediencia: el camino a la humildad


OBEDIENCIA: EL CAMINO A LA HUMILDAD


Extracto biográfico de la vida de San Serafín de Sarov.


Icono de San Serafin de Sarov



 

LA REGLA DE LA COMUNIDAD

La regla con la que la Soberana del Cielo dotó a la joven comunidad era de las más simples: la oración de Jesús y la obediencia eran sus fundamentos. Tres "Padre Nuestros," tres "Yo os saludo, María" y el recitado del Credo eran suficientes, mañana, mediodía y tarde, para la práctica cotidiana de estas campesinas que, para alimentarse, continuaban trabajando en sus campos, acompañando sin embargo - y esto era lo más difícil - sus actividades cotidianas con la ininterrumpida oración del corazón. Hesicasta convencido, el Padre Serafín no había dudado, pese a las críticas, en hacer de esta conversación a solas con el Señor, la base misma del nuevo edificio. La lectura ininterrumpida del Salterio en la iglesia, por doce hermanas especialmente asignadas a esta tarea, era sin embargo obligatoria, así como el canto al Paráclito, el Espíritu Santo, un oficio a la Virgen - el domingo antes de la liturgia.


Las múltiples obediencias que él imponía a las hermanas de la Comunión Molinera, tocaban a menudo el absurdo. Así, apenas llegadas a Diveyevo, provenientes de Sarov donde habían trabajado toda la jornada, él las hacía regresar al "Desierto," obligándolas a recorrer muchos kilómetros a pie, sin haber tenido tiempo de descansar ni de comer. A veces, caminando toda la noche, ellas llegaban al alba delante de la celda del staretz cuya puerta estaba cerrada.


Pero sucedía también que las jóvenes monjas, sacudiéndose bajo el yugo, decidían dejar la Comunidad Molinera. Siempre misteriosamente llamadas en el mismo momento en que se aprestaban a partir, iban a arrojarse a los pies del Padre al que no era necesario confesar su tentación, él la conocía.


A la obediencia ciega - acto de fe - respondía el milagro. Así, durante la epidemia de cólera que atacó en 1830, el staretz predijo que nadie caería enfermo ni en el convento, ni en el exterior, a condición de no salir sin bendición. La vida cotidiana de las hermanas estaba tejida de pequeños milagros que terminaron por aceptar como formando parte de su existencia bajo la conducción de su Batiustka. Ya se tratase de un caballo, pesadamente cargado, incapaz de trepar una pendiente; de una cosecha de papas; del molino que, en un día de fuerte viento giraba peligrosamente rápido - el milagro intervenía siempre.



 Proto Monasterio Rural Pavel Floresnski
Departamento de Concordia - Provincia de Entre Ríos
Iglesia Ortodoxa Bielorrusa Eslava en el Extranjero

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