POESÍA Y
FILOCALIA VIII
"No
sólo debemos pedir y recibir, sino custoriar lo que nos ha sido dado,
pues hay algunos que han recibido pero luego han perdido" (Marcos el
Asceta)
Foto: Atardecer - Costanera de la ciudad de Concordia (Entre Rios-Argentina)
FILOCALIA
BUSCAR LA MORADA
Toda palabra de
Cristo manifiesta la misericordia, la justicia y la sabiduría de Dios, e
instituye la potencia, mediante el oído, en aquellos que escuchan de buen
grado. Por tanto los que -siendo injustos y sin misericordia - escucharon con
fastidio, no pudieron comprender la sabiduría de Dios, crucificando al que la
enseñaba. Nosotros nos escrutarnos a nosotros mismos para ver si lo escuchamos
de buena gana. Él ha dicho: El que ama observará mis mandamientos y será amado
por mi Padre, y yo lo amaré y me manifestaré. ¿Ves cómo Él ha escondido la manifestación de sí mismo en los
mandamientos? De todos los mandamientos, el más comprensivo es el amor
hacia Dios y al prójimo, y consiste en la abstención de las cosas materiales y
en la observación de la hesichía de
los pensamientos.
Sabiendo esto, el
Señor nos manda: No os preocupéis por el mañana (Mt 6:34). Justamente, el que no se haya liberado de las cosas
materiales y de la preocupación que la pérdida de las mismas conlleva, ¿cómo se
liberará de los malos pensamientos? Y el que se encuentre cercado por los
pensamientos, ¿cómo verá al pecado realmente existente que se encuentra en
ellos? Esto es tiniebla y niebla para el alma y tiene principio en las
reflexiones y las malas acciones. El Diablo tienta mediante un estímulo al cual
el hombre todavía puede resistir, dando así inicio a todo el proceso; el
hombre, por amor al placer y por vanagloria, entra de buena gana en tratativas.
Su discernimiento le haría rechazar el estímulo, pero en la práctica le toma
gusto y acepta.
Pero el que no haya,
por lo menos, visto este proceso general del pecado, rezando a este propósito,
¿será purificado? ¿Y si no fuera purificado, como accederá al lugar de la pureza
natural? Y si no accede, ¿cómo verá la morada más interior de Cristo? ¡Ya que
somos morada de Dios, según la palabra profético, evangélica y apostólica!
Deberemos pues, conformándonos con lo que nos fuera
dicho, buscar la morada y golpear a la puerta, con perseverancia, mediante la
oración.
De tal modo que, ya sea aquí o en el final de nuestras vidas, el Amo nos abra y
no suceda que si hemos sido negligentes Él nos diga: No sé dónde estáis. No sólo debemos pedir y recibir, sino
custodiar lo que nos ha sido dado, pues hay algunos que han recibido pero luego
han perdido. Por tanto, un simple conocimiento, o aun una experiencia
accidental de las realidades que se han dicho, pueden tenerlos también aquellos
que han empezado tarde a aprender, y los jóvenes. Pero en cuanto a la práctica
constante y paciente, eso es sólo de aquellos que son píos y experimentados
entre los ancianos, a los cuales ha sucedido a menudo perderla por falta de atención,
luego de buscarla mediante fatigas voluntarias y de encontrarla. También
nosotros no cesarnos de hacerlo así, hasta tanto no la poseamos sin que nos
pueda ser quitada.
Entre los muchos
preceptos de la ley espiritual, hemos conocido estos pocos. Son preceptos que
incluso el gran Salmista continuamente sugiere a quien asiduamente trata de
hacer y de aprender en el Señor Jesús. A Él la gloria, el poder y la adoración,
ahora y por los siglos. Amén.
Marcos, el Asceta
POESÍA
"buscar la morada y golpear a la puerta, con perseverancia, mediante la oración"
(Marcos el Asceta)
Foto: Arroyo de la provincia de Entre Rios - Argentina
Dios se desnuda en la lluvia...
Dios se desnuda en la lluvia
como una caricia
innumerable.
Cantan los pájaros entre la lluvia.
Las plantas bailan de alegría mojada.
La tierra
como una hembra
se disuelve en los dedos penetrantes
con una
palidez de mil ojos desmayados.
Camino bajo la lluvia, todo mojado, cantando,
hacia mirajes que huyen en un rumoroso sueño.
¡Lluvia, lluvia!
Desnudez del dios
primaveral,
que baja danzando, danzando,
a fecundar la amada
toda abierta de espera, quebrada ya de ardor
amarillo y largo.
Juan Laurentino Ortiz (*)
(*) Nacido en 1896 en Puerto Ruiz, departamento de
Gualeguay, Provincia de Entre Ríos, Argentina. Fallecido en la ciudad de
Paraná, Entre Ríos el 2 de septiembre de 1978.
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