DIOS CONOCIDO
PAVEL FLORENSKI
Fragmento – La Columna y el Fundamento de la Verdad
La Trinidad - Андрей Рублёв
Sea cual fuere nuestra opinión sobre razón (razúm) humana, podemos afirmar de antemano que la razón es un órgano del hombre, una actividad viviente, una fuerza real suya. En el caso contrario, si la consideramos como algo que existe “por si mismo”, y por lo tanto como algo irreal, sin fundamento viviente -diauoia-, nos vemos obligados inevitablemente a negar, de un modo no menos irrefutable y predeterminado, el carácter real del conocimiento. Porque si la razón, es decir, que es analógico. De este modo resultan inevitables el ilusionismo y el nihilismo de todo tipo, para terminar en un escepticismo indigente y lamentable. El único modo de salir de esta ciénaga de lo relativo y lo condicional es reconocer que la razón participa del ser y el ser participa de la racionalidad. Y es así, entonces el acto de conocimiento no es sólo un acto gnoseológico, sino también ontológico, no es sólo ideal, sino también real. El conocimiento consiste en la salida real de sí del sujeto cognoscente, o lo que es lo mismo, en la entrada real de lo conocido en el que conoce: el conocimiento es la unión real del que conoce y de lo conocido. Esta es la afirmación fundamental y característica de toda la filosofía rusa y en general de la oriental. Nosotros hemos llegado a ella con antelación por una vía algo diferente y más firme, testificando que el corazón el alma de esta “salida de sí mismo” se encuentran en el acto de fe en sentido religioso y ortodoxo, porque la verdadera “salida” es precisamente la fe, y todo el resto podría no ser más que ensoñaciones o seducciones malignas. Así, el conocimiento no supone la posesión de un objeto inanimado por parte de un sujeto cognoscente rapaz, sino que es una comunión moral viviente entre personas, cada una de las cuales sirve a la otra tanto de objeto como de sujeto. En sentido propio sólo la persona es cognoscible, y sólo por una persona.
Dicho en otras palabras, el conocimiento substancial, entendido como el acto del sujeto cognoscente, y la verdad sustancial, entendida como el objeto real conocido, son realmente la misma e idéntica cosa, aunque el entendimiento abstracto las distinga.
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El conocimiento substancial de la Verdad, es decir, la comunión con la misma Verdad, supone por consiguiente la entrada real en las entrañas mismas de la Tri-Unidad divina, y no basta un mero contacto ideal con su forma exterior. Por eso el conocimiento verdadero, que es conocimiento de la Verdad, sólo es posible por medio de la transbustanciación del hombre, por su divinización, por la adquisición del amor como substancia de Dios: quien no está con Dios no conoce a Dios. El conocimiento efectivo de la Verdad es concebible en el amor y sólo en el amor. Y a la inversa, el conocimiento de la Verdad se refleja en el amor: quién está con el Amor no puede no amar. Está fuera de lugar aquí preguntarse cuál es la causa y cuál el efecto, porque uno y otro, el conocimiento y el amor, no son sino aspectos diversos de un único e idéntico hecho cargado de misterio: la entrada de Dios en mi como sujeto que filosofa y mi entrada en Dios como Verdad objetiva.
Xristos Anesti!
Baasil+
Proto Monastario Rural Pavel Florenskij
Iglesia Ortodoxa Bielorrusa Eslava en el Extranjero
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